La exposición original de sellos prehispánicos consta de más de 3 mil piezas, constituyendo quizá uno de los acervos más completos que existen. Para esta muestra se seleccionaron los más representativos de cada sitio cultural.
Los sellos son en su mayoría de barro o de piedra, de tamaño pequeño y en formas plana, cilíndrica, cóncava o convexa. Poseen una amplia variedad de diseños y motivos, en los que está presente el mundo animal, sobre todo en forma de serpientes, aves, mariposas y monos; el mundo vegetal con diversas plantas y flores; el cuerpo humano, ya sea reproducido en su conjunto o en fragmentos como la mano y el pie; constelaciones, símbolos abstractos y una gran variedad de grecas y formas geométricas.
De acuerdo a información del Instituto Nacional de Antropología e Historia los sellos existían alrededor del año 1000 a .C. y su uso se extendió hasta la conquista española; si bien su utilidad no está del todo esclarecida, se sabe que se fabricaban para estampar en color sobre la piel, papel y tela o imprimir en relieve, como por ejemplo en la alfarería u otros ornatos. También se usaron en el comercio y probablemente como emblemas de distinción social.
En Sinaloa se han encontrado sellos planos y cilíndricos en Chametla, Aguacaliente, Culiacán y Guasave, con diseños geométricos, aunque algunos resultan bastante complejos. La mayor parte corresponden a la época conocida por los arqueólogos como Aztatlán (750-1200 d.C.), que se caracteriza por una gran cantidad de intercambios entre los distintos grupos que habitaban la costa noroeste del Pacífico; así es que su uso puede estar asociado con las relaciones comerciales. Los tintes empleados se pudieron obtener de la planta conocida como “Llora sangre”, presente en la región, o de algunas especies de caracoles.