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sábado, 31 de diciembre de 2011

LAS OFRENDAS A LOS DIOSES Y AL TEMPLO, DISTRITO FEDERAL


    

POR: EDUARDO MATOS MOCTEZUMA

Hasta el momento se han hallado más de cien ofrendas asociadas al Templo Mayor. Ahora bien, ¿qué es una ofrenda? Por ella entendemos aquellas piezas, o incluso una sola, que fueron colocadas en determinada posición en honor de los dioses o del templo mismo. Estas ofrendas se han localizado de tres maneras: a) dentro de pequeñas cámaras o cistas; b) dentro de cajas de piedra con su tapa, y c) en el relleno de piedra y lodo que se hacía para cubrir una etapa del templo y construir otra encima. En un caso (ofrenda 41) se descubrió una ofrenda mixta, es decir, en el interior de una caja de piedra que a su vez se encontraba dentro de una cámara.

En cuanto al contenido de las ofrendas, la posición de los objetos guarda un orden específico, tanto en el sentido horizontal como en el vertical, orden que es necesario descifrar. Varias ofrendas, por ejemplo, en su parte inferior y más profunda, tienen arena y caracoles, lo que nos recuerda el nivel acuático. Después, en la parte intermedia, hay materiales terrestres, y en la parte alta están las deidades. En sentido horizontal vemos un pequeño diosecillo que representa a un anciano desdentado, en cuclillas, que no es otro que Xiuhtecuhtli-Huehuetéotl, dios viejo y del fuego, señor del año, que ocupa el lugar que le corresponde en el centro del universo. Este dios, por lo general, preside varias ofrendas. Tláloc también preside algunas ofrendas.


¿Cómo era el ritual de la colocación de las ofrendas? Nada de esto nos dicen las fuentes escritas. Se ve que el dato fue celosamente guardado por los sacerdotes. Fueron los españoles quienes, al iniciar la destrucción sistemática de los templos, encontraron objetos depositados en ellos. Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España relata lo siguiente al referirse al Templo Mayor de México y al de Tlatelolco, que también estaba dedicado a los mismos dioses:

Que en el cimiento de él habían ofrecido de todos los vecinos de aquella gran ciudad oro, plata, aljófar y piedras ricas, y que le habían bañado con mucha sangre de indios que sacrificaron, que habían tomado en las guerras, y de toda manera de diversidad de semillas que había en toda la tierra, porque les diesen sus ídolos victorias y riquezas y muchos frutos.

Para todo aquel que desee conocer las características de las ofrendas asociadas al Templo Mayor resulta indispensable leer el estudio de Leonardo López Luján, intitulado Las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan. En él buscó la lógica, la estructura y el significado de las diversas ofrendas encontradas. Una de las conclusiones a las que llega el investigador señala que:

Las ofrendas fueron sepultadas en el Templo Mayor y en los adoratorios aledaños tanto en celebraciones periódicas como excepcionales: durante la construcción o la ampliación de la estructura arquitectónica; en la fiesta de su consagración; para el estreno de un monumento religioso; en periodos de crisis económicas y sociales; en las principales fiestas del xiuhpohualli; en ciertos rituales de promoción social; en las exequias de personajes del más alto rango, etcétera.


La diversidad de motivos queda, pues, aquí expresada. En relación con el último aspecto, recordemos que se han encontrado varias urnas funerarias, principalmente en la etapa II (1390 d.C.) y en la IVb (1470 d.C.), con restos óseos en su interior, acompañados de otros objetos. Destacan aquellas localizadas junto a la escultura de Coyolxauhqui, consistentes en dos urnas de barro anaranjado con sus tapas, que después de prolijos estudios por parte de Ximena Chávez se pudo determinar que eran huesos quemados de individuos masculinos dedicados a actividades posiblemente militares, pues las inserciones musculares estaban fuertemente marcadas. Por todo el contexto pudo concluirse que se trataba de guerreros de alta jerarquía heridos en combate y de personajes cuyos restos ameritaron ser depositados junto a la diosa guerrera. Por las fechas asignadas a esta etapa pensamos que bien pudieron ser víctimas de las guerras de conquista de Axayácatl en contra de Tlatelolco o en contra de Michoacán.

Hay un punto que quisiéramos comentar. Los objetos depositados en las ofrendas consisten tanto de piezas propiamente aztecas como de las regiones sometidas al poder de Tenochtitlan. Entre las primeras tenemos esculturas de piedra y de barro de dioses como Xiuhtecuhtli-Huehuetéotl, Tláloc, Chalchiuhtlicue, Chicomecóatl y Mictlantecuhtli, y otros más, como pequeñas cabezas de serpiente y crótalos de obsidiana; objetos de travertino o tecalli; las grandes cabezas de serpientes del templo, etcétera, en tanto que de las regiones bajo el control azteca hay abundantes piezas de la región de Mezcala y de la Mixteca, además de objetos mucho más antiguos, como máscaras y figuras teotihuacanas de gran calidad, e incluso una máscara olmeca que, según los análisis practicados, proviene de la región de los actuales estados de Oaxaca, Guerrero y Puebla. A lo anterior hay que agregar una enorme cantidad de restos de fauna proveniente del centro de México, como pumas y lobos, serpientes, águilas, codornices, tortugas, etcétera, y de otras regiones, como jaguares, cocodrilos y garzas, además de una buena cantidad de peces, corales, caracoles, conchas y otros que proceden de las costas. Como sabemos, cada animal de éstos tiene su propio simbolismo. Así, el cocodrilo representa a la Tierra; el águila al Sol; las serpientes se relacionan con la fertilidad; los elementos acuáticos se identifican con Tláloc. Más de 250 especies animales se han recuperado de las ofrendas del Templo Mayor. También tenemos restos de flora, como mazorcas de maíz, calabaza y ramas de ahuehuete, de mezquite, de pericón y espinas de maguey.




De lo anterior podemos deducir la riqueza de contenido simbólico presente en las ofrendas, así como el alcance del control político y económico que tenían los aztecas sobre otras regiones. La Matrícula de Tributos y el Códice Mendocino nos hablan de los tributos que tenían que pagar periódicamente a Tenochtitlan las regiones tributarias, de donde provenían gran cantidad de los productos necesarios para la economía tenochca. Destacan aquí los artículos de tierra caliente o del sur, pues es conocido que esta región, que comprende principalmente el actual estado de Guerrero, tenía una importancia relevante en el México prehispánico. Tres razones principales motivaron lo anterior: 1. Los yacimientos de piedras verdes de donde provenían los chalchihuites, cuyo simbolismo se relaciona con lo precioso, y que eran utilizados en máscaras, collares, brazaletes, orejeras, etcétera. 2. Los productos agrícolas, como algodón, cacao y frutos diversos. 3. Que esta región se constituía en el rumbo sur del universo, de ahí la relación de Huitzilopochtli con esa área, pues corresponde a este dios pelear en contra de los huitznahuas o surianos, como ya hemos visto. El dios solar rige el rumbo sur del universo y todo esto se debe a que el Sol declina más hacia el sur en el solsticio de invierno, momento en que se llevaba a cabo la fiesta de Panquetzaliztli, lo que indicaba que era el momento de ir a la guerra. Esto nos ha llevado a presentar una hipótesis en la que se plantea cómo después de levantada la cosecha, hacia los meses de septiembre y octubre, la mano de obra campesina quedaba libre para poder ir a la guerra, lo que debió de ocurrir hacia los meses de octubre-noviembre. La captura de enemigos se hacía en esa época, para ofrendarlos en sacrificio al dios solar y guerrero en diciembre, en la fiesta de Panquetzaliztli.

Después de lo expuesto, queda claro que las ofrendas fueron colocadas en determinados puntos del Templo Mayor y que en su posición y contenido también había un orden. Son la mejor expresión de la necesidad presente en el hombre de que los dioses mantengan su equilibrio y continúen proporcionando sus dones. Más de 6 mil objetos se han encontrado dentro de ellas, muchos de los cuales se pueden ver en el museo de sitio. La investigación continúa y no deja de sorprendernos la rica información obtenida durante cinco años de excavaciones en el Templo Mayor de los aztecas y en sitios aledaños a él.

Fuente: Pasajes de la Historia No. 10 El Templo Mayor / marzo 2003