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sábado, 1 de octubre de 2011

LA GRAN TENOCHTITLAN.


La Visión de los Conquistadores


La bella imagen que aparece arriba, corresponde a una recreación pictográfica de la Gran Tenochtitlan, tal como se supone que lucía poco antes de la llegada de los conquistadores españoles en 1519. Esta pintura al óleo de Luis Covarrubias se encuentra (sin números, ¡claro está!) en el Museo de la Ciudad de México y muestra una vista aérea de la gran ciudad mexica y sus grandes lagos vistos desde el poniente. Como puntos de referencia aparecen numerados como sigue: 1.- Centro Ceremonial, sede del Templo Mayor, 2.- Centro comercial y ceremonial de Tlatelolco, 3.- Calzada a Tlacopan y Tacuba, 4.- Calzada a Tepeyacac, 5.- Calzada Iztapalapa y Xochimilco, 6.- cerro del Peñón parcialmente sumergido, 7.- Albarrada de Netzahualcoyotl, 8.- Lago de Texcoco, 9.- Lago de México, 10.- Texcoco.l

Quizá muchos mexicanos, como el que esto escribe, aún nos emocionamos y se nos enchina el cuerpo cuando escuchamos el himno nacional o vemos flotar en el aire nuestra gran enseña nacional, pero es probable que además de ello, siempre habríamos querido conocer más de nuestros orígenes, de nuestras raíces, de las cuales nos sentimos orgullosos; desde los misteriosos Olmecas, los Toltecas, las civilizaciones perdidas de Teotihuacanos y Mayas hasta desembocar finalmente en esa esplendorosa Civilización Mexica que vieron y encontraron a su llegada los conquistadores españoles encabezados por Hernán Cortés y que después, aún sabiéndolo, de manera aparentemente incomprensible acabaron por destruirla ...

Que espectáculo tan maravilloso debió de ser la Gran Tenochtitlan, rodeada por enormes lagos que guardaban un sorprendente equilibrio ecológico e hidráulico, a pesar de que uno de ellos, el Lago de Texcoco, era de agua salobre y los demás lo eran de agua dulce. Que grandiosas obras hidráulicas se habían construido para controlar inundaciones, como la Albarrada de Netzahualcoyotl y los diques entre los lagos de Chalco-Xochimilco y de Xochimilco-México, que ingeniosamente regulaban el flujo y reflujo de las aguas y que decir del sorprendente Acueducto de Chapultepec que surtía de agua potable la gran ciudad y como no mencionar la red de canales y acequias que permitían una rápida transportación de personas y mercancías. ¿Y las chinampas? ese original sistema de cultivos, inventado por ellos y que aún en la actualidad subsiste y produce las mejores flores y legumbres del país. No cabe duda que a pesar de no conocer la existencia de la rueda para medios de transporte, ni tampoco tener bestias de carga, la gran cultura mexica había conjuntado un extraordinario complejo productivo, ingeniosamente apoyado por las ciudades que desde tierra firme transportaban por rápida vía fluvial, sus muy variados productos a la Isla de Tenochtitlan.

En esta página no se pretende reproducir lo que ya ha sido narrado por los mismos conquistadores y comentado después por los conocedores de la materia; lo que realmente se busca es mostrar mediante imágenes y de manera objetiva, como era el entorno natural de valles, montañas y lagos que la rodeaban y dentro de aquel espectacular escenario, en donde y como estaba emplazada la Gran Tenochtitlan y sus centros ceremoniales del Templo Mayor y de Tlatelolco.

Sin embargo, lo que si queremos reproducir, al menos en parte, son algunos de los comentarios elogiosos y de admiración que hicieron los cronistas de los conquistadores al ver por primera vez ese magno espectáculo que fue la Gran Tenochtitlan y sus alrededores y que muy posiblemente, en su momento, fue el más grande conglomerado humano asentado en medio y en los alrededores de un sistema lacustre.

Entre las crónicas más interesantes están las de Bernal Díaz del Castillo en su "Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España", que aunque fue escrita muchos años después de la conquista, es uno de los testimonios más fieles e imparciales de todo lo que vio y de como y cuando sucedió.

Es evidente que la imagen de arriba no corresponde a la vista que tuvieron nuestros conquistadores al llegar al Valle de México, dado que su ruta cruzó entre los volcanes, el Popocatepetl y el Iztaccihuatl. Tampoco creo que en dicha imagen, corresponda la ubicación correcta de los volcanes que debieran verse más hacia la derecha de donde se encuentran ubicados y posiblemente ni siquiera debieran verse.

En la imagen que sigue se muestra la ruta que siguieron los conquistadores desde Veracruz hasta la Gran Tenochtitlan, a la cual llegaron una vez que descendieron al Valle de México pasando por Chalco y Mixquic hasta detenerse en Iztapalapa, antes de entrevistarse con Moctezuma. El excelente mapa que sigue, fue encontrado en el sitio web de la Universidad de Texas en Austin y corresponde a un viejo Atlas Histórico desarrollado por William R. Shepherd en 1923.


Sin embargo en la imagen de arriba no se aprecia con claridad la ruta que siguió Cortés para aproximarse a Iztapalapa y después continuar hasta el Centro Ceremonial de Tenochtitlan, por lo cual debemos auxiliarnos con el mapa que veremos a continuación. Este mapa es una sección de la lámina No. 2 que forma parte del tomo II de la Memoria del Sistema de Drenaje Profundo del D.F., al cual le hicimos pequeñas adecuaciones para mostrar en negro la ruta que siguió Cortés para llegar a Iztapalapa y México.


Los números marcados en el mapa corresponden como sigue: 8.- Alabarrada (dique) construido por Netzahualcoyotl para prevenir inundaciones de la Gran Tenochtitlan y separar las aguas salobres del Lago de Texcoco de las dulces del Lago de México, 9.- Calzada secundaria a Tenayuca, 10.- Calzada principal al Tepeyacac, 11.- Calzada principal a Tlacopan, 12.- Calzada principal a Iztapalapa, 13.- Dique de Mexicaltzingo que dividía las lagunas de México y Xochimilco, 14.- Dique de Cuitlahuac que dividía las lagunas de Chalco y Xochimilco.
Con línea negra se muestra el camino que siguió la comitiva de Cortés al descender del ahora llamado Paso de Cortés, para seguir por Amecameca, Tlalmanalco y Chalco. De allí rodeando la laguna de Chalco, tocaron Mizquic y después cruzaron a través del Dique de Cuitlahuac (Tlahuac) que separaba los lagos de Chalco y Xochimilco.

Aunque los conquistadores españoles debieron tener una extraordinaria visión de los grandes lagos y ciudades que conformaban el Valle de México desde que lograron cruzar entre los volcanes, una visión cercana de la Gran Tenochtitlan no pudieron tenerla hasta que llegaron al poblado de Iztapalapa y posiblemente observándola desde el Cerro de la Estrella o el Cerro de Sta. Catarina.

Pero veamos primero que es lo que vieron y comentaron cuando, después de bordear el lago desde Chalco llegaron hasta Mizquic y después decidieron cruzarlo a través del Dique de Cuitlahuac:

Bernal Díaz del Castillo dice en relación con Mizquic:

«...e fuimos a dormir a otro pueblo que está poblado en la laguna y que me parece se dice Mezquique [Mizquic] que después se puso nombre Venezuela y tenía tantas torres y grandes cúes que blanqueaban, y el cacique de él y principales nos hicieron mucha honra... »

Y al siguiente día una vez que partieron con rumbo a Iztapalapa:

«... Y otro día por la mañana llegamos a la calzada ancha y vamos camino de Iztapalapa. Y desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblazones, y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba a México, nos quedamos admirados y decíamos que aquello parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro en el agua y todos de calicanto y aun algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños, y no es de maravillar que yo escriba aquí de esta forma porque hay mucho que ponderar en ello que no se como lo cuente: ver cosas nunca oídas, ni aun soñadas como veíamos ...»

Y otro de los testigos de la conquista de la Nueva España, Fray Francisco de Aguilar relata en relación con el cruce de la laguna a través del dique de Cuitlahuac:

«... entraron a Cuitláhuac los españoles y demás acompañantes, muy sorprendidos al contemplar la belleza de la ciudad con sus grandes torres, iban por una angosta calzada en la que apenas podían pasar dos en caballo toda era de puentes elevadizos ...»

Quiere decir que las compuertas reguladoras que de trecho en trecho había en la calzada y mediante las que se podía ajustar el paso del agua de un lago a otro, eran en verdad puentes levadizos, lo cual les dio mucho qué pensar a Cortés y su comitiva, pues advirtieron que si los quitaban, ellos quedarían aislados e indefensos. Esa era la fuerza del lago contra los invasores y por esta razón Cortés ordenó seguir adelante y no parar en Cuitláhuac, que era entonces una isla al centro del lago y continuaron por la misma calzada hasta llegar a Iztapalapa.

Pero veamos que comenta Bernal Díaz del Castillo sobre Iztapalapa y el lugar donde estuvieron alojados:

«... Y después que entramos en aquella ciudad de Iztapalapa, de la manera de los palacios donde nos aposentaron, de cuán grandes y bien labrados eran, de cantería muy prima y la madera de cedros y de otros buenos árboles olorosos, con grandes patios y cuartos, cosas muy de ver y entoldados con paramentos de algodón. Después de haber visto todo aquello fuimos a la huerta y jardín que fue cosa muy admirable verlo y pasearlo, que no me hartaba de mirar la diversidad de árboles y los olores que cada uno tenía y andenes llenos de rosas y flores y muchos frutales, y rosales de la tierra, y un estanque de agua dulce, y otra cosa de ver: que podían entrar en el vergel grandes canoas desde la laguna por una abertura que tenían hecha sin saltar en tierra ... Digo otra vez lo que estuve mirando, que creí que en el mundo hubiese otras tierras descubiertas como éstas ... Ahora todo está por el suelo, perdido que no hay cosa ...»

Recuérdese que Bernal Díaz escribió sus recuerdos alrededor de 30 años después de haber entrado a Tenochtitlan con Cortés y por eso puede comentar que para esa época, cuando lo escribió, ya la civilización mexica había sido totalmente destruida. Vean enseguida como lo vuelve a aseverar:

«...Y diré que en aquella sazón era muy gran pueblo y que estaba poblada la mitad de las casas en tierra y la otra mitad en el agua , y ahora en esta sazón está todo seco y siembran donde solía ser laguna. Está de otra manera mudado que si no lo hubiere de antes visto dijera que no era posible que aquello que estaba lleno de agua, que esté ahora sembrado de maizales ...»

Para poder invadir Tenochtitlan después de sitiarla, Cortés mandó construir 13 bergantines y para darles paso por el Lago de Texcoco fue necesario destruir parte de la Albarrada de Netzahualcoyotl, por otra parte en otra desafortunada decisión, mandó tapar todas las acequias y definitivamente cambió el equilibrio hidráulico del Valle de México, iniciándose la desecación paulatina de los lagos.

Pero decía al principio que para poder describir la calzada de Iztapalapa, tal como lo hace Bernal Díaz, es muy posible que haya tenido la oportunidad de verla desde lo alto, quizá desde el Cerro de la Estrella o el Cerro de Sta. Catarina y para fortuna nuestra existe una recreación pictográfica de la Gran Tenochtitlan que coincide con el magno escenario que desde arriba y ante sus asombrados ojos, pudieron ver las huestes de Cortés cuando llegaron a Iztapalapa.

La imagen que se muestra enseguida concuerda con la orientación, disposición y calzadas que describimos en el mapa de la ruta de Cortés y se la debemos al ingenio y ardua labor de nuestro compatriota Tomás Filsinger, el mismo a quien debemos la representación tridimensional en realidad virtual que se exhibe en este sitio. Agradezco sinceramente al buen amigo Tomás, esta gran aportación que permite  a las generaciones actuales disfrutar de la extraordinaria y bellísima imagen que debieron tener Hernán Cortes y sus soldados, cuando ya se aproximaban y vislumbraban por primera vez, la extraordinaria escena de la Gran Tenochtitlan.

¡No cabe la menor duda que debió ser una vista maravillosa!

Vean a continuación esta excelente recreación, o bien oprimir aquí para ver la versión ampliada.


Al día siguiente, por la mañana del 8 de noviembre de 1519, sería un día trascendental y se puso en marcha el ejército conquistador con su capitán al frente, montado en brioso caballo y acompañado de otros tres jinetes que formaban la vanguardia. Seguían cuatrocientos hombres de a pie, resguardados por doce de a caballo, la artillería, otro escuadrón de jinetes, los bagajes o impedimenta y seis mil tlaxcaltecas aliados, más algunos indígenas de Cempoal.

Desfilaron por la amplia calzada que había construido el Rey Chimalpopoca, por la que cabían ocho hombres montados, y que estaba bien empedrada y tenía siete puentes de vigas que la cortaban a trechos, dando paso a siete canales de las lagunas. Pero mejor veamos lo que nos narra Bernal Díaz:

«...Ibamos por nuestra calzada adelante, la cual es ancha de 8 pasos, y va tan derecha a la Ciudad de México, que me parece que no se torcía poco ni mucho, y como es bien ancha, toda iba llena de aquellas gentes que no cabían, unos que entraban en México y otros que salían, y los indios que nos venían a ver, que no nos podíamos rodear de tantos como vinieron, porque estaban llenas todas las torres y cúes y en las canoas y de todas partes de la laguna, y no era cosa de maravillar , porque jamás habían visto caballos ni hombres como nosotros ...»

«...Y de que vimos cosas tan admirables no sabíamos que decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que por una parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, y veíamoslo todo lleno de canoas y en la calzada muchos puentes de trecho en trecho, y por delante estaba la gran Ciudad de México ...»